Artículo: Redes sociales y subjetividad contemporánea

Redes sociales y subjetividad
contemporánea

Hace cerca de veinte años se produjo un fenómeno denominado como la burbuja.com: las súper-webs, que habían colonizado el espacio virtual siguiendo la lógica de los medios masivos de comunicación, fueron reemplazadas por plataformas caracterizadas por una arquitectura de participación de los propios usuarios. Fue entonces que se inició el tiempo de la web 2.0, el surgimiento de la segunda generación en la historia de la tecnología web, esta vez caracterizada por la oferta de servicios orientados a fomentar la producción y el intercambio de información entre quienes antes, sólo la consumían. Se empezó a construir la web 2.0, algo que el sociólogo Manuel Castells ha conceptualizado como Sociedad Red: una cuya estructura social se encuentra atravesada por redes de información y de comunicación que permiten a los individuos de todas partes del mundo interactuar en cualquier momento. Aunque esto no signifique que todas las personas del mundo estén incluidas en ese intercambio, sí significa que todo el mundo se ve afectado por los procesos que tienen lugar en estas redes globales (2002: 56-57). O dicho de otra manera, se trata de una nueva cultura cuya estructura social se está constituyendo a partir de la web  y que, incluso, depende de ella.

Ahora bien, la emergencia y el uso cada vez mayor de tantas redes sociales deben situarse al interior de una tendencia cultural contemporánea caracterizada por el impulso de querer hacerse visible. Estas redes son un ejemplo de cómo hoy, las identidades son en buena parte construidas de forma mediática. De hecho, esta tendencia ha recibido reconocimientos en importantes medios de prensa, y uno de los más significativos es recogido en un libro de la socióloga Paula Sibilia (2008): en la edición de Diciembre del 2006 de la revista estadounidense Time, en la que desde hace ocho décadas se destaca a personas que hayan afectado los noticieros y nuestras vidas incorporando algo nuevo y de relevancia mundial, fue la gente común la elegida como la personalidad del año. En la tapa de la publicación se había puesto un espejo que tenía por finalidad reflejar la cara de cualquier lector, vale decir, de cualquier usuario de estos nuevos medios de comunicación.

Pero ¿Qué podemos decir sobre estas nuevas redes sociales? O, más precisamente: ¿Qué podemos decir sobre sus usuarios a través de su análisis?

“Mucha gente usa estas redes para encerrarse en sus zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz y donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara: “Son muy útiles y placenteras –explica- pero también pueden terminar siendo una trampa”. Zigmunt Bauman

La gratificación narcisista de la mirada del otro

Hace cerca de diez años empezaron a proliferar en la web miles de blogs autobiográficos: bitácoras en las que sus autores escribían sobre sí mismos, diarios online con los que las personas cuentan para expresar las constantes transformaciones de sus modos de ser y estar en el mundo. Ahora bien, lo que llama la atención sobre esta herramienta virtual es la ambivalencia entre la elaboración de contenidos privados y el deseo de compartirlos públicamente. Es preciso entonces responder ¿de dónde proviene la necesidad de un otro? Y, también, ¿por qué obtener la mirada de otros sobre uno se ha vuelto tan vital en la actualidad?

En su artículo El estadio del espejo (1971) Jaques Lacan planteó que el sujeto se constituye entre los seis y los dieciocho meses de edad, momento en el que tiene lugar la formación del Yo. En este periodoel infante es capaz de mirarse al espejo y reconocer su imagen. Sin embargo, como bien lo advierte Lacan, la imagen que el infante ve no corresponde a lo que experimenta en su cuerpo: mientras que él percibe su cuerpo y sus vivencias como fragmentadas, el espejo le devuelve una sensación ilusoria de unidad. Queda entonces el registro de una imagen completa y perfecta de uno mismo, una suerte de yo ideal imaginario donde uno es eso que el otro desea. Sucede que detrás de esta imagen se encuentra la madre promoviendo una identificación, diciéndole al infante de distintas maneras “tu eres eso” “tú eres, tú debes ser, el objeto de mi deseo” (Ubillúz 2006:23). En ese sentido, habrá que considerar que sea cual sea nuestro modo de ser y de estar en el mundo, este siempre empezó estableciéndose en función a la mirada y al deseo de alguien más. Hay que considerar además, que esa imagen fue creada a favor de uno: el psiquismo no podría constituirse como tal si no fuera por esa imagen unificada que al perderse activa el deseo por recuperarla.

 

Esta alienación constitutiva de la subjetividad que tiene lugar durante el estadio del espejo no termina ahí. Este tiempo llega a su final con la introducción de un tercero en la ecuación: la figura paterna, representante de la ley y del orden simbólico, entra a ponerle un coto al deseo de la madre por el niño y, así, esta etapa de identificación narcisista finaliza con la introducción de las leyes sociales a través del lenguaje, que se encarga de delinear los márgenes de lo que el infante cree posible. Este ingreso de la ley construye un mundo en el que la omnipotencia infantil debe quedar en el pasado, instala una falta en el sujeto, una suerte de carencia que será la causa que active su deseo.

La dinámica que se ve en los blogs se encuentra, entonces, entre dos caminos que muchas veces se confunden y se superponen: o cubrir o aceptar la falta. En la web, hay blogs que buscan elaborar esa falta a través de múltiples reflexiones pero, también, hay los que la niegan tratando de encontrar las miradas que generen la ilusión de ser nuevamente ese objeto completo y perfecto que el otro desea. Ahora bien, esta distinción entre los “tipos de blogs” es en realidad puramente teórica. De hecho, aunque en algunos casos una tendencia se encuentra más presente que la otra, es la mezcla de ambas lo que se haya en la mayoría de estas bitácoras.

 

De hecho, muchos autores coinciden en establecer que este tipo de literatura alrededor de lo personal podría entenderse asociada al narcisismo. Freud (1914) utilizó el término “narcisismo” para referirse a la actitud resultante de la reconducción sobre el yo del sujeto de las investiduras libidinales antes dirigidas a los objetos del mundo externo. Es pues, una configuración psíquica en la  que uno se convierte en su propio objeto de amor y de odio, lo cual se manifiesta en la expresión de una insatisfacción vaga, difusa y constante, en la experimentación de sensaciones de vacío, en la oscilación de sentimientos hacia a uno mismo y hacia los demás y en la tendencia de ver el mundo como una suerte de espejo cuya función es restituir el reflejo de la propia imagen (Bruce 1995:30). De esa imagen unificada, perfecta y merecedora de todo deseo, característica de esos primeros años de vida.

El narcisismo, entonces, se encuentra en directa relación con el declive de la función paterna encargada de ponerle un límite al deseo de la madre por el niño. Si esta función pierde fuerza, también la pierde el ingreso del niño dentro del orden simbólico. Esto supone que la relación de complementariedad y servidumbre entre el niño y la madre se convierten –en la adultez- en una matriz narcisista de las relaciones sociales: en este escenario, el sujeto narcisista es aquel que no acepta la falta, que se sigue pretendiendo tan completo como su imagen en el espejo.

En los blogs autobiográficos se encuentran muchos casos en los que es evidente que la gratificación narcisista de la mirada termina comandando lo que se escribe y la forma en que se hace. La mayoría de textos que se publican en estos blogs son la muestra de un deseo por captar miradas ajenas, las mismas que serán las encargadas de validar (o no) la identidad de quien escribe. Y en esa misma línea, es fundamental tener en cuenta que exhibir la intimidad mediante un blog supone también su construcción: el carácter performativo de los blogs hace que la narrativa personal construya, en ese mismo acto, la propia identidad de quien escribe. Más aún, en los blogs autobiográficos encontramos una característica que Sibilia (2008) ha descrito como una espectacularización de la intimidad, es decir, un tipo de narrativa que intensifica la intimidad haciéndola merecedora de la mirada de los otros.

Aunque lo íntimo hecho público también pueda ser un intento por crear nuevos y diferentes sentidos a la propia realidad, lo cierto es que se hace desde un lugar absolutamente instrumental para el mandato de visibilidad que exige la contemporaneidad. Podemos afirmar entonces, que si bien la exploración del yo en un blog puede devenir la posibilidad de encontrar nuevos sentidos a lo que uno vive  también puede derivar en un repliegue narcisista que, de fondo, solo busca servir y ser validado por un otro-social.

Ahora bien, el uso de blogs fue largamente superado por el uso de otro tipo de plataformas: Facebook por ejemplo, es una red social que actualmente cuenta con más de 1700 millones de usuarios activos en todo el mundo. Se trata de una plataforma en la que cada quien tiene un perfil  que incluye todo tipo de información y la posibilidad de tener una lista ilimitada de amigos. Existe sin embargo, una diferencia significativa entre lo que hacen los usuarios de los blogs –escribir textos sobre sí mismos- y lo que hacen los usuarios de Facebook: compartir fotos, links, estados de ánimo, especificar eventos a los que uno asistirá, etc. En los segundos, las imágenes priman sobre la palabra escrita. De este modo, en el perfil de un usuario promedio uno encuentra una gran cantidad de fotos. Sucede lo mismo con los usuarios de Instagram, quienes solo comparten fotos pues es una red más pequeña diseñada específicamente para eso. ¿Qué es lo que espera recibir del grupo de amigos que tiene acceso a esas publicaciones? La respuesta es simple: se buscan «likes» o, más precisamente, la expresión de que hay alguien escuchando o mirando lo que la persona hace/publica. En la conferencia Conectados pero ¿solos?, la psicóloga Sherry Turkle plantea que una de las verdades que explican el uso exagerado y dependiente de las redes sociales es que no hay nadie escuchando («No one is listening»). Frente a la tendencia actual de ignorar al otro y teniendo en cuenta que hay un primado del individualismo, las redes sociales como Facebook o como Instagram están construidas de forma tal que quien participa de ellas pareciera tener oyentes automáticos que se expresan por ejemplo en los «likes» que uno recibe.

En este punto es importante mencionar que la gran mayoría de las publicaciones en estas redes son en mayor o menor medida editadas y retocadas. De hecho, uno de los slogans publicitarios de Instagram -que cuenta con múltiples filtros de luz para mejorar las fotos que uno toma con su celular- era “usas Instagram porque te ves pésimo en hd” («You use Instagram  because you look like shit in hd»). La frase muestra una verdad: a saber, que es evidente que editamos lo que escribimos, retocamos las fotos que colgamos, borramos lo que no nos gusta y usamos todas las herramientas que estas redes nos ofrecen para construir en ellas una versión sin defectos de nosotros mismos, una construcción que nos remite nuevamente a esa formación esencialmente narcisista.

La fragilidad de los vínculos contemporáneos

Nuestras redes sociales no solo están cambiando lo que hacemos, también están cambiando lo que somos. Es notable la dependencia cada vez mayor que las personas tenemos frente a nuestros smartphones, tablets, computadores, etc. Estamos constantemente texteando, vale decir, saliéndonos de lo que estamos haciendo para evitar relacionarnos con el otro o, incluso, con nosotros mismos. Esta dinámica de estar con alguien en la realidad y simultáneamente texteando en nuestro celular parece representarse en el slogan “usted puede estar en todas partes”.[1] Lo paradójico del asunto es que las herramientas virtuales –que fueron creadas por la necesidad de comunicarse- están reemplazando a la comunicación cuando ésta tiene lugar en un tiempo real.

Diversos autores han afirmado que los actuales vínculos humanos reproducen una extraña dinámica en la que el deseo de cercanía es sentido a la vez con una necesidad de distancia. El sociólogo Zigmunt Bauman plantea que se busca “estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos lo más rápido que se pueda” (2005:8). Él propone que el deseo por relacionarse se ve frustrado por las propias personas que impiden que sus relaciones se cristalicen. En lugar de hablar de relaciones y de parejas, hoy existen “conexiones” y “redes”, pues estas últimas permiten su disolución antes de que dejen de ser instrumentales a los deseos de cada uno. De hecho, el que desde una matriz narcisista se busque desesperadamente el deseo de los otros sobre uno, no implica que detrás de esto haya un genuino interés por la persona que “te mira”, pues el otro solo existe en tanto su mirada sirve al deseo de sentirse deseado, omnipotente y completo.

Parece ser que la necesidad de vincularse es vivida frente a la imposibilidad de hacerlo y que los vínculos humanos se encuentran cada vez más marcados por la fragilidad, por la instantaneidad y por la falta de compromiso. Este fenómeno social impulsado por la fuerte tendencia hacia la individualización encuentra un escenario ideal en las redes sociales, donde la atención tiende a concentrarse en la satisfacción que espera de los otros. Sobre esto, el propio Bauman planteó en una reciente entrevista (2015) que mucha gente usa estas redes para encerrarse en sus zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz y donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara: “Son muy útiles y placenteras –explica- pero también pueden terminar siendo una trampa”.

El peligro de las nuevas subjetividades

Las nuevas subjetividades construidas y desplegadas en tantas redes sociales nos hablan de un narcisismo colectivo y del tipo de vínculos frágiles que este delinea. ¿Qué posición tocaría entonces sostener frente a su uso masivo? Revisemos dos propuestas distintas:

El filósofo Jean Baudrillard –estudioso de la cultura y los medios- plantea que vivimos en un tiempo en el que el significante –la imagen- ha reemplazado al significado. Afirma que el contenido ha dejado de importar, pues la magnitud de la información es tal que la única forma que tenemos las personas de lidiar con ella es terminar aceptando a las imágenes solo como imágenes y ya no como significados. O dicho de otra manera, Baudrillard propone que la comunicación se ha vuelto obscena, pues pone fin a la representación: las personas ya no se proyectan en sus objetos con sus afectos y representaciones, y los flujos de información en los nuevos medios disuelven la dimensión psicológica y sus distintas extensiones se homogenizan en un mismo proceso virtual (1985:191-3). Su visión sobre la utilidad y las consecuencias del desarrollo tecnológico no es nada alentadora, pues éste estaría reemplazando un espacio imperfecto y fundamental de producción de significados por un simulacro constante que no generaría nada realmente nuevo.

Pero si quisiéramos tener una mirada menos fatalista sobre las redes y su ilimitado tránsito de imágenes, tendríamos que preguntarnos si las imágenes virtuales pueden asociarse del mismo modo en el que lo hacen las representaciones. Frente a esta interrogante, la psicoanalista Silvia Bleichmar propone, por ejemplo, que cada nuevo cambio tecnológico es procesado al interior de la mente en donde los tiempos anteriores coexisten y se asocian a lo nuevo. Así, Bleichmar sostiene que aunque en los tiempos actuales se atienda menos al relato que a la imagen, eso no significa que no se construyan sentidos. A pesar de la proliferación excesiva de la imagen, las personas “seguirán guiando su búsqueda por preocupaciones singulares que no son reductibles a la información obtenida” (2005:74).

Las pantallas y sus redes sociales serían entonces un nuevo lugar para que puedan desplegarse los nuevos -pero también los viejos- conflictos y enigmas que el ser sujeto impone.

Las redes sociales son y seguirán siendo parte de lo que construye las subjetividades. Para bien o para mal, la virtualidad ensanchará el mundo exterior y, frente al tono oscurecido con el que muchos describen hoy la realidad, la propuesta de Bleichmar sugiere que el psicoanálisis tiene ya la experiencia en la constitución de un campo caracterizado por la coexistencia de dos sistemas –consciente e inconsciente- co-presentes con legalidades, modos de funcionamiento y contenidos diferentes en donde el sujeto oscila articulando sistemas de verosimilitud (2005:76). Las pantallas y sus redes sociales serían entonces un nuevo lugar para que puedan desplegarse los nuevos -pero también los viejos- conflictos y enigmas que el ser sujeto impone.

Baudrillard, J. (1985). El éxtasis de la comunicación. En La Posmodernidad. Barcelona, España: Kairós.

Bauman, Z. (2005). Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires, Argentina:  Fondo de cultura económica

Bleichmar, S. (2005).  La subjetividad en riesgo. Buenos Aires, Argentina: Topía

Bruce, J. (1995). Asuntos personales. La experiencia interior en la vida cotidiana Lima, Peru: Peisa.

Castells, M. (2002). La era de la información. México D.F, México: Siglo XXI

De Querol, R. (9 de enero de 2015). Zygmunt Bauman: “Las redes sociales son una trampa”. El País. Recuperado de http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html

Freud, S. (1994) Introducción al narcisismo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.

Lacan, J. (1971). El estadio del espejo. En Escritos 1. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Sibilia, P. (2008). El espectáculo de la intimidad. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura

Ubillúz, J. (2206). Nuevos súbditos. Cinismo y perversión en la sociedad contemporánea. Lima, Perú:  IEP

Turkle, S. (2012, febrero). Connected, but alone? [Archivo de video]. Recuperado dehttp://www.ted.com/talks/sherry_turkle_alone_together

[1] Idea extraída del psicoanalista Luis Herrera en una comunicación personal.

Talía Chlimper

Psicóloga clínica de la Universidad de Lima. Egresada de las maestrías de Estudios Teóricos en Psicoanálisis y Estudios Culturales de la PUCP. Psicoterapeuta psicoanalítica de Inter-cambio. Trabaja en consulta privada con adolescentes y adultos.